Me encanta volver de la calle a casa y no encontrar en el camino un alma que pueda hacer sorda la música de mi zapateo en el frío suelo que me conduce a casa, disfruto de cada taconeo, que es un eco del pasado, que envía de forma amenazante a los huecos de otras calles el aviso de que mi futuro está muy cerca de ellas...
Cada calle es especial cuando uno anda por ella de noche, cada una tiene un sonido que es distinto a las demás, es único, y el cambio musical mas grande viene cuando uno pone pie sobre el escalón de mármol de la entrada a su morada.
la casa, la casa... ¡con mi cama bendita! que tan a gusto me abraza cada noche, y de paso debe de ser la que me roba esos sueños que al despegarme de ella siempre se me olvidan... Eso si, antes de que me abrace ella, ¡primero mi madre!, que con una carga de amor duerme uno como un niño cada noche...